DON
JUAN TENORIO
PARTE
II – ACTO II – ESCENA II
Juan y la estatua de Gonzalo versión terrorífica, by
Carlos Quevedo de la Vega.
Juan
se acerca al cementerio dónde descansa Don Gonzalo, el Comendador al que él
mismo envió a la tumba.
Estatua:
¡Querido Juan! ¡Cuánto tiempo! No te imaginas las ganas que tenía de que
llegase este momento en el que tú, mi asesino, apareciese por mi tumba…
Juan
perplejo siente una corriente fría por todo su cuerpo y se da la vuelta
lentamente.
Juan:
¡No es posible! (Gritó) Yo mismo vi
cómo morías, no puedes estar hablando.
Don
Gonzalo, la estatua, suelta una malévola carcajada.
Estatua: Así
es. Durante todos estos años he estado preparando mi venganza contra ti y por
lo que veo todo ese trabajo tendrá una recompensa ¡Tú mismo has caído en la
trampa!
La
tierra empieza a temblar, como si un pequeño seísmo se estuviese produciendo.
Juan: (mirando a su alrededor) ¿Qué es todo
esto?
Estatua:
Espera
y verás. (con un brillo en los ojos que
iluminaba aquella noche escura en el cementerio)
De
repente se empiezan a quebrar las tumbas y zombis, esqueletos y todo tipo de
seres horripilantes salen de sus tumbas.
Juan:
¡Ten
piedad Comendador!
Estatua:
¿Quién
te crees que eres para venir a pedirme ahora piedad? ¿Acaso tú la tuviste
conmigo? ¿O con mi hija cuando la raptaste?
Los
muertos se iban acercando.
Juan:
Puedo
entender que tengas sed de venganza, pero ¿qué opinaría tu hija si se enterara
de que intentas matarme?
Estatua:
Buena
pregunta.
Un
silencio incómodo se apodera del cementerio durante unos segundos.
Estatua:
¡Deteneos!
Los
muertos se detuvieron y se quedaron como estatuas.
Juan:
Veo
que has recapacitado.
Estatua:
De
eso nada monada, esto lo vamos a solucionar preguntándoselo a ella.
A
Juan se le cortó la respiración.
Juan:
¿Qué
quieres decir?
Estatua:
Está
bien claro. Inés, hija mía, acércate por favor.
Juan
no daba crédito, de detrás de una lápida salió una mujer con un vestido blanco
y la cara llena de heridas y de tierra.
Inés:
Cuánto
tiempo papá, ¿Para qué me llamabas?
Estatua:
Quería
saber qué harías tu con Juan, si matarlo
o no.
Juan
miraba a ambos en busca de una respuesta a todo este extraño suceso.
Inés:
Yo
me encargaré papá. (Susurró a su padre)
De pronto cogió la mano de Juan y le llevo hacia dónde estaba su tumba. Juan pensó que
era para dejarle libre y soltó un suspiro de alivio. Cuando éste menos se lo
esperaba Inés le empujó y le encerró en su tumba.
Inés:
¿No
me habías jurado amor eterno? Pues ahora es hora de que cumplas tu promesa y
estés conmigo durante toda la eternidad.
FIN